3/06/2006

Auto odio contenido

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Es la última perla con que un español que no quiere ser español pretende insultar a los españoles que si quieren serlo.
El auto odio es un concepto que se empezó a manejar de forma corriente a cuenta de los judíós en la alemania nazi que pretendieron escapar de la persecución renegando de si mismos.
Perednick es un estudioso del tema;
Napoleón impuso la Emancipación de los judíos no sólo en Francia sino también en las regiones alemanas conquistadas. En esas regiones la asimilación fue en tal medida torrencial que Hugo Valentín definió exageradamente que “más judíos alemanes se bautizaron entre 1800 y 1818, que en los previos 1800 años juntos”. Pero cuando Napoleón fue derrocado (1815) Alemania revirtió el proceso que emancipaba a los judíos. Éstos vieron que ya no podrían golpear las puertas de la sociedad gentil que era renuente a abrirlas.

Miles de ellos, nacidos en familias religiosas y educados en ieshivot talmúdicas, habían abandonado el judaísmo apenas se pusieron en contacto con la cultura alemana. Descendiente de uno de esas familias fue el máximo poeta Heinrich Heine, para quien “el judaísmo no es una religión sino una desgracia” y quien se bautizó (“pero no me convertí”, aclaraba). El escritor Moritz Saphir fue aun más lejos: “el judaísmo es una deformidad de nacimiento, corregible por cirurgía bautismal”.

Cuando la Emancipación quedaba anulada en Alemania, y los judíos fueron nuevamente confrontados con un odio sistemático que no les permitía de ningún modo liberarse de la carga de su judeidad, apareció un fenómeno muy singular: el auto-odio judío. Ese precisamente fue el título del libro de Theodor Lessing, quien en 1930 examinó las biografías de seis judíos que odiaron su ascendencia. Algunos se suicidaron en consecuencia, incluido el conocido psiquiatra y filósofo austríaco Otto Weininger.

Precedentes no faltaron. Casos de judeofobia por parte de judíos había habido en la antigüedad, como el de Tiberio (sobrino de Filón) que hizo masacrar a los judíos. También en la Edad Media hubo casos como Petrus Alfonsi, Nicholas Donin, Pablo Christiani, Avner de Burgos, Guglielmo Moncada y Alessandro Franceschi. Pero todos ellos habían tenido la opción de la apostasía, y aun tuvieron la posibilidad de unirse al sector más judeofóbico de la Iglesia a fin de perseguir a los judíos.

La novedad de la nueva etapa judeofóbica en Austria y Alemania del siglo XX, fue que no dejaba escapatoria alguna, y llevó al auto-odio judío a los mismos abismos que la judeofobia gentil. La Organización de Judíos Nacional-Alemanes fue creada para apoyar “el renacimiento nacional alemán” (nazismo) en el cual esperaban cumplir un rol como judíos (eventualmente recibieron ese rol en Auschwitz).

Uno de los casos que estudió Lessing fue el del periodista vienés Arthur Trebitsch, quien se convirtió al cristianismo, publicó un libro judeofóbico, y ofreció sus servicios a los nazis de Austria. Cuando sintió que todo era insuficiente, escribió:
Me fuerzo a no pensarlo, pero no lo logro. Se piensa dentro de mí... está allí todo el tiempo, doloroso, feo, mortal: el conocimiento de mi ascendencia. Tanto como un leproso lleva su repulsiva enfermedad escondida bajo su ropa y sin embargo sabe de ella en cada momento, así cargo yo la vergüenza y la desgracia, la culpa metafísica de ser judío. ¿Qué son todos los sufrimientos e inhibiciones que vienen de afuera en comparación con el infierno que llevo dentro? La judeidad radica en la misma existencia. Es imposible sacudírsela de encima. Del mismo modo en que un perro o un cerdo no pueden evitar ser lo que son, no puedo yo arrancarme de los lazos eternos de la existencia que me mantienen en el eslabón intermedio entre el hombre y el animal: los judíos. Siento como si yo tengo que cargar sobre mis hombros toda la culpa acumulada de esa maldita casta de hombres cuya sangre venenosa me contamina. Siento como si yo, yo solo, tengo que hacer penitencia por cada crimen que esta gente está cometiendo contra la germanidad. Y a los alemanes me gustaría gritarles: ¡Permaneced firmes! ¡No tengáis piedad! ¡Ni siquiera conmigo! Alemanes, vuestros muros deben permanecer herméticos contra la penetración. Para que nunca se infiltre la traición por ningún orificio... Cerrad vuestros corazones y oídos a quienes aun claman desde afuera por ser admitidos. ¡Todo está en juego! ¡Permanezca fuerte y leal, Alemania, la última pequeña fortaleza del arianismo! ¡¡Abajo con estos pobres pestilentes! ¡Quemad este nido de avispas! Incluso si junto con los injustos, cien justos son destruidos. ¿Qué importan ellos? ¿Qué importamos nosotros? ¿Qué importo yo? ¡¡No! ¡No tengan piedad! Se los ruego.
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En un plano más actual, Chomsky, el judío antijudío gurú del progresismo, que prologa textos de neonazis sin rubor mientras niega el holocausto.
Ésta es sin duda la perspectiva del auto odio que contempla Puigcercós,
sin embargo, hay otra perspectiva sobre el auto odio, aplicable a nuestra nihilista sociedad moderna, "que enseña la culpa sangrienta al occidental, la bancarrota moral de occidente y el escándalo de la civilización occidental intentando imponer sus valores a los demás".

Esta perspectiva, enraizada con la anterior en cuanto a sentimiento y protocolo de actuación, (hoy De la Vega acusándonos de la miseria del lodazal africano) es también perfectamente homologable.



El Dr Pío Vidal, especialista en trastornos sociopáticos, disfunciones cognitivas, alteraciones de la percepción y personalidades introproyectivas es colaborador habitual de este blog.

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