12/31/2006

H.S. Liberia

Recuerdo el extraño aspecto de aquél mar cercano a la costa liberiana. Una calima cálida lo invadía todo, incluso el agua, turbia y mas parecida a la de un río que a la del mar atlántico que se suponía surcábamos. El calor pegajoso hizo acto de presencia. Como fantasmas aparecían piraguas de madera de un sólo pescador, increíblemente frágiles para aventurarse mar adentro, lejos unas de otras..

Dentro del barco las admoniciones y advertencias iban en aumento.
-Ni se os ocurra bajar aquí al puerto tan siquiera, los morenos están a pié de escalera esperando cazar incautos.¿Recuerdas Chumari a aquél gallego que por no dejarse quitar el rolex de oro se ganó un machetazo?
-Que si me acuerdo, (bueno yo no estaba pero me lo contó el piernas), una buena avería se llevo a casa el Tonino que creo que se llamaba.
-No, el Tonino es aquél que se cayó por la borda al muelle y se abrió la cebolla, aquél del peluco le llamaban "zurriagazos", por las melopeas que se pillaba...
-El que sea, da igual, la cosa es que en esta costa no se baja a tierra sin pedirle una pistola al viejo o de forma organizada, con el taxi a pie de barco.
-Si, que una escapada a la noche a casa Rosa hay que hacer, al menos unos cuantos...

A esa escapada me apuntaron, y como el menda se apunta a un bombardeo a casa Rosa que te fuimos.

Entramos por fin al puerto haciendo un zig zag surfero ya que en la misma bocana estaba hundido otro mercante y no era cosa de naufragar allí mismo por la cara.
Lo primero al atracar fue un vendaval de morenos cargados de langostinos frescos que recién habían pescado que venían a cambiarlos por bidones de plástico vacíos de los que teníamos bastantes guardados.Para ellos oro en paño, a cambio de lo que aquí tiramos allí nos poníamos ciegos de marisco extrasize, que menudos langostinos.

Tras el cambalache bajé al muelle a darme un garbeo por los alrededores, había un animado mercadillo allí cerca y pasé un rato catalogando el material hasta que me decidí por una caja de ébano y una estatuilla de un dios horripilante con tripa de embarazada que aún conservo. Al subir a bordo tras unas horas de paseo los comentarios eran sobre mi inconsciencia a lo que les respondí con mi análisis de la situación;
-Mirad chicos, vosotros bajáis a tierra exhibiendo vuestros rolex de imitación comprados en Rotterdam y las carteras bien abultadas de dólares en el bolsillo del pantalón. Así que no duráis ni dos minutos en esa jungla en la que con vuestro peluco se puede sobrevivir un mes cómodamente.Aquí la gente pasa hambre, pero si bajáis del barco sin tantos dorados y con unos pocos billetes en el bolsillo, lo justo, nadie tendrá interés en robarnos.
Me miraron como se mira a los locos y a los héroes, una mezcla de respeto y distanciamiento absoluto.

Esa noche salimos pues en comandita media docena, nos vino a buscar un taxi al muelle y nos llevó al puticlub de moda, el CasaRosa de marras, la tal Rosa era una española allí afincada. Cenamos bien y no hubo manera de librarse esa noche de que nos metiesen dos negritas en la habitación cuando subimos.

Esa noche salimos pues en comandita media docena, nos vino a buscar un taxi al muelle y nos llevó al puticlub de moda, el CasaRosa de marras, la tal Rosa era una española allí afincada. Cenamos bien y no hubo manera de librarse esa noche de que nos metiesen dos negritas en la habitación cuando subimos.

Y hubo que rematar la faena, aquellas no se iban sin hacer lo que habían ido a hacer, si no no había tema, así que aquella noche recuerdo dos cosas, las tres o cuatro duchas que nos dimos sin conseguir quitarnos la caló de encima y lo dura que tienen la piel las morenas, además de que follaban con la misma ilusión que un enterrador veterano hace su trabajo seis meses antes de jubilarse. Como tampoco yo tenía mayor entusiasmo fue el polvo mas larri de mi vida.

Al día siguiente era mi cumpleaños así que le convencí al primero de que me dejase el día libre nada más llegar al barco y bajé de nuevo, esta vez sólo, a pasar mi día de asueto conociendo un poco más aquél lugar.

Pronto aprendí a distinguir los negros exitosos, los que tenían algún trabajo en alguna compañía extranjera por su peluco que enseñaban con energía y por el paquete de tabaco rubio americano en el bolsillo de arriba de la camisa. Los que no tenían un paquete de Malboro ni reloj se veía que eran los parias sin oficio ni beneficio, la inmensa mayoría

Almorcé arroz con unas verduras extrañas y algo frito, no se si pescao carne o que era pero sabroso, en una casa que daba un menú sencillo, allí no había restaurantes como los conocemos, eran casas que se dedicaban a ello, una especie de menú del día.

Preguntando llegué a la central de teléfonos de la capital, donde tras media hora de espera y pelea conseguí hablar unos instantes antes de cortarse la comunicación, con un colega.

Luego callejee por los mercados y entablé conversación con un chavalote que me invitó a su casa.Vivia en un garaje y estuvimos oyendo reggae y fumando su yerba nigeriana un par de horas. Buena pero mucho cañamón.Dimos un voltio a tomar unas cervezas por unos sitios muy raros donde al menos simpre había un negro lleno de cadenas de oro mandando y mas tarde volví a bordo.

Perdieron los que habían apostado que no volvía entero. Pero al menos nadie tuvo el valor para decirme ni mú, empezaban a cogerme respeto.

H.S. El vals de las gruas

Así que sin apenas tiempo para darme cuenta siquiera de dónde había estado aunque con dos espléndidas camisas de franela atravesamos de nuevo el charco por donde habíamos venido y, catorce días después entrábamos en Rotterdam a descargar el mineral que llenaba las bodegas.

Allí fui espectador de un vals muy peculiar interpretado por dos gigantescas gruas puente, provistas cada una de dos mandíbulas de acero similares a las palas de una excavadora pero de un tamaño verdaderamente descomunal.


En cada bocado cogían cien toneladas y sus centauros, que la guiaban desde lo alto en sus cabinas conseguían que se moviesen con una eficacia rayana en la perfección mas absoluta.

Desde lo alto las dejaban caer a plomo sobre la masa de mineral que se ofrecía con las bodegas abiertas. Su peso y la velocidad de la caída hacía que se hundieran al instante y antes de asentarse ya se estaban cerrando y, al mismo tiempo, la cabina comenzaba una loca galopada hacia el otro extremo, en el interior de un pabellón donde dejaba caer amontonándolo el mineral. Se utilizan grúas parecidas para descargar contenedores.

En pocos segundos estaba volando de vuelta, siempre con la inmensa tenaza colgando tras de si retrasada y, antes de llegar ya estaba soltándola de nuevo a plomo mientras describía un arco e iba a caer exactamente en donde quería el gruísta.

En seis horas habían sacado cincuenta mil toneladas cada uno y el barco salía pitando de allí rumbo esta vez a Liberia.

Nos dirigíamos a Monrovia, la capital de Liberia, que había salido en portada de una famosa revista poco antes de embarcar. Una foto que dió la vuelta al mundo. En la playa, unas gruesas estacas enhiestas en la arena a las que ataron a los ministros del gobierno con sus caros trajes para ejecutarlos. El protagonista, Samuel Doe, un joven sargento que se convertía en el primero de una larga saga que asolaría el país ininterrumpidamente hasta nuestros días. Allí cuando el sargento golpista se consolida surge otro sargento joven con ganas de mando y vuelta a empezar.

Otro mundo me esperaba.

H.S. Be Canada, my friend

Tras una cura de humildad como la pasada y ver que el inmenso océano ya no es si no un inmenso vertedero de excrecencias humanoides, visitar Canadá fué una sobredosis de vitaminas.

Llevaba tres días de duchas purificatorias, tras una noche en que reventó una tubería de fuel (conocido vulgarmente por chapapote) de las que alimentaba la máquina y que nos pasamos recogiendo aquél pegajoso fluido. Mientras andábamos limpiando con palas y trapos aquél desaguisado, a saber los litros de fuel que habían salido petados a presión y bien calentitos por la tubería rota, nos caian encima los pegotes que destilaban los pisos superiores, así que esa noche en vez de ducharnos con agua y jabón, totalmente ineficientes para llevarse el chapapote, lo hicimos con petróleo, con gas oil.

Provistos de latas de cinco litros allá que tuvimos que bregar los que allí anduvimos, frotándonos con energía los pegotones de chapapote del pelo y de la cabeza. Puedes imaginar el olor que dejó todo aquella operación. Luego me duché y fregotee hasta despellejarme con el jabón y el estropajo por ver de quitarme aquél pestazo, pero no daba apenas resultado y acabé a la madrugada por dejarlo como estaba y seguir oliendo a bidón de petróleo por unos días.Tenía los ojos como naranjas.

Nuestro puerto de destino en Canadá era un villorrio inapreciable, en realidad una simple terminal de carga de mineral al fondo de la bahia (Golfo mas propiamente) de Saint Laurence, inmenso estuario, un mar interior de hecho, donde hay pueblos con nombres tan pintorescos como Kouchibouguac o Tete a la baleine, y en todo caso muy apropiados.Fue allí donde pude ver de cerca a estos animales, un espléndido día de sol, mientras navegábamos ya en aguas interiores del Golfo.


Ocurrió después de comer así que aprovechando el rato libre me subí a la cofa del palo con unos prismáticos que pillé en el puente prestados. El espectáculo lo merecía. Cientos de delfines acompañaban la ruta de una familia de ballenas, bastante numerosa por cierto, en la cual la que sería la jefa imagino comenzó a dar palmetazos en el agua con la cola, que mantenía fuera a tal efecto, ya que nuestra ruta y la suya coincidían.

No me quiero imaginar lo que tiene que ser sentir esos palmetazos desde un bote de remos...levantaba chorros de espuma y olas de buen tamaño, y desde luego impresionar, impresionaba un huevo.

Arribamos ya anocheciendo a nuestro destino, un pueblo que no llegué a atisbar tan siquiera, pese a que el olor que me iba llegando a tierra fresca y a bosque, los pinares tapizaban todo aquello, me llamaban con fuerza tras dos semanas sin oler otra cosa que mar y máquina.

Avisaron antes de acabar de amarrar el barco..."en seis horas cargados y saliendo"...mi gozo en un pozo teniendo en cuenta que había que estar dos horas antes por lo menos a bordo...hay que joderse, para una vez en la vida que iba a estar en aquél magnífico sitio y ni tan siquiera dar un voltio por territorio quebequés.

Bajé del barco empero, a intentar ver algo más que nuestro muelle de carga, eso si, limpio como una patena. Increíble y mas para un vasco como yo, acostumbrado a ver nuestros puertos convertidos en estercoleros permanentemente gracias la "kultura" de nuestros marinos.Bermeo como botón de ejemplo. El agua era transparente, sin la mas leve señal de aceite flotando, el fondo, limpio como una paten, no mostraba ni un solo pedacito del mineral que allí se trasegaba.Realmente no lo podía creer, esa capacidad de conjugar barcos como el mío unos fondos prístinos y unas aguas impolutas. Algo radicalmente imposible en otras partes.

Al lado de nuestro barco apareció un camioncito de un vendedor de variado género,un aunténtico buhonero, (en otros puertos directamente entran los vendedores a los barcos a pregonar las mercancías) y aproveche para pillar un par de camisas canadienses, de cuadros gordos, suaves como el algodón e increíblemente calentitas.


No me dio tiempo a más, subí al barco por si las moscas, no fuese a quedarme en tierra sin quererlo , antes del amanecer ya habían cargado las cien mil toneladas y estábamos largando amarras...snif Me quedé con las ganas de conocer un poco aquello, charlar aunque fuese un rato y tomar un café con alguien del lugar, no te digo darme un paseo por aquellos bosques tan atrayentes, pero el tiempo es oro literalmente para los armadores.Vuelta a limpiar mamparos y filtros del fuel, rogando por que no reventase otra tubería de marras. Rumbo a Europa de nuevo, a descargar en Rotterdam.

Claro que allí la orden fué tajante; "Ni una colilla por la borda hasta nueva orden, y cuidadito".

H.S. Mierda en popa, a toda vela

Mierda en popa a toda estela,no corta el mar sin que huela, un petrolero zascandil...

En la semana de salir de Amsterdam rumbo a Canadá en busca de mineral con que llenar las bodegas tuve mi primer electroshock marinero.

Fuel al asomarme a popa y ver que seguíamos una autoestopista oceánica inmensa, en la que iban y venían continuamente otros barcos del pelo de nuestro, petroleros, gaseros y sobre todo portacontenedores, pero todos inmensos. Y la autopista quedaba perfectamente marcada, su pavimento inconfundible, un trazado de plásticos meciéndose a dos aguas casi ni dejaba ver el océano...

Estábamos en medio del atlántico, a miles de kilómetros de cualquier tierra firme y sólo se veían plásticos y restos flotando como en un mar de los sargazos. Fue entonces cuando comprendí que la estúpida creencia de que el mar es infinito y se traga toda la basura que le echamos es eso, una creencia estúpida.

En la diaria tarea de la máquina hacíamos una media de uno o dos bidones de doscientos litros llenos hasta los bordes de trapos empapados en aceite, muchos litros de aceites, fueles, gasóleos disolventes, detergentes y demás líquidos que se usan con inaudita profusión en la máquina de un barco, virutas metálicas, hierros diversos, herramientas y piezas rotas, etc etc... A poco de salir de puerto, dependiendo de que puerto fuese, al anochecer tocaba tirar por popa toda aquella basura.




Un atardecer tranquilo y con la mar bella, me tocó abrevar de sus excrecencias al monstruo y vacíar media docena de bidones que esperaban en la cubierta de popa. Al arribar al aire libre desde la infecta sentina que estaba achicando, el espectáculo me arrebató, el sol se sumergía en el horizonte provocando ese espectáculo que ningún circo del sol ni de la luna puede imitar. Las nubes se encendían mágicamente pasando de negros cimarrones a fantáticas alazanas que galopaban en el vasto escenario con algo más que sensorrund.

En esta beatífica tarea estaba yo meditando sobre el tema, cuando cruzó nuestra estela un velero de doce o trece metros recortándose contra el horizonte carmesí.

Un puño misterioso me entró en el pecho y me estrujó el corazón. Como en un viaje astral de bajo coste me vi allí, en la popa mugrienta, tirando al ocáno pura mierda a mansalva mientras el conocimiento de que donde debería estar es allá, en aquel velero de teca, apuntando en la carta el rumbo, la estima de deriva y abatimiento, con la radio abierta atento al parte y un buen swing sonando en el barco, éste si, un barco.



Tuve que llorar un rato para que aquél puño me soltase.

En la fábrica flotante (cont.)

Haciendo amigos.

Como creo que ya he comentado al principio, una serie de causalidades "casuales" habían precipitado una situación harto anómala para la jurisprudencia de aquellos lobos de mar, tal que un mindundi del escalafón más bajo, o sea yo, usufructuara en propio y exclusivo beneficio un camarote mas grande que el del viejo y con una bañera dos pies mas larga. Ya sabéis, como íbamos mas wipers de lo normal no había camarotes para todos y a mi me endilgaron una minipocilga sin lavabo siquiera, destinada a los prácticos de los puertos y situaciones así, en que hiciera falta una cama extra.

Tuve que transigir con ello, que remedio si no había otra cosa, pero como al poco me percaté de que había otro camarote grande y hermoso que permanecía cerrado y sin uso pregunté a ver que era aquello.

Fui directamente al primer oficial, y no sin esfuerzo le saqué que aquello era la enfermería, lo cual me permitió darle jaque mate; Yo había hecho tres años de medicina y no tendría ningún problema, antes al contrario, en atender cual samaritano al posible accidentado que pudiera haber en aquél barco.

Como había dos espléndidas camas, aquél pipiolo de Algorta no pudo contradecirme, bien que lo intentó, y me adjudiqué en propiedad aquella suite tan cojonuda. Claro que a la tripulación le sentó como un tiro en la entrepierna, fatal es poco. Yo me hice el loco y a lo mío. La cosa no podía quedar así.

Cogí la costumbre de darme un baño al mediodía, antes de ir a comer. Era una gozada increíble, mi cuarto de baño olímpico, con un sumidero en el pavimento. Abría la espita del agua caliente y un chorro casi como un puño llenaba aquella inmensa bañera en un pis pas, casi ni me daba tiempo a desnudarme y liarme un cigarrito. Así que en cinco minutos aquello estaba desbordado de agua y entraba chapoteando directamente en el suelo mientras cerraba el grifo y desplazaba otros setenta litros fuera al meterme dentro en plan Arquímedes.

Eran diez minutos que me sabían a gloria y en esas estaba, dándole una calada voluptuosamente al agfano cuando un mediodía un tiparraco entró a "avisar que era la hora de la comida", pobre pretexto para entrar a fisgar. Recuerdo el careto del menda cuando entró al baño y vio mi cabeza asomando en un mar de espuma, exhalando anillos de humo...fue una transformación de fotochop, increíble, se le desencajó el careto y hasta la mandíbula... No veas los caretos de los demás cuando diez minutos después arribé al comedor...si las miradas matasen...

Algo quedaba meridianamente claro...mi estrategia de no dar el cante y pasar desapercibido había naufragado estrepitosamente.

12/27/2006

Historias saladas.La fábrica flotante

Sobre atolones
Historias de la mar salada

Como ya he comentado entré en la mercante al salir grillado de la mili, no entraré en mas detalles pero sírvase el detalle bien frío;Una mujer andaba por medio.
El caso es que sin un duro y deseoso de alejarme mucho de aquél cuartel de instrucción apestoso acabé recalando, cosas del destino, en algo muy parecido pero más mugriento.Un petrolero.
Nada más entrar en el barco, como en la mili, ya iba dando el cante. La edad, (en la mili mas viejo que los chavales de dieciocho años y en aquella megabañera oxidada idem de lienzo, los otros dos wipers (limpiadores) de la máquina eran unos críos de aldea y yo, con mis melenas y mis barbas quevedianas desentonaba nada más verme.
Así que en el barco decidí pasar inadvertido y no liarme con la peña, que luego pasa lo que pasa.
Tenía trescientos metros de cubierta para hacer footing, en proa no solía haber nadie nunca y se podía tomar el sol en pelotas y subir a lo alto de la cofa del palo encima del puente era una gozada, el mar redondo alrededor tuyo y la vista libre en todas direcciones, vasto el horizonte.
Lo del footing podía pasar, incluso lo de tomar el sol en pelota picada no bastó para que nadie en aquél mastodonte me hiciera indicación alguna, pero...lo de subir al puente causó mi primer roce con la tripulación, a los pocos días de embarcar.
-Oye bit, sueles sublir al puente, hablas con los oficiales...
-si claro, mola tío.
-ya, pues no debes subir, ¿sabes?
-perdón, me he perdido algo?
-joder, que tu eres un marinero, y los marineros no deben alternar con los oficiales, es de ley...
-Juer, que pasada, ¿de verdad te crees eso?
-¿cómo?
-nada, ¿sabes que te digo?, que te vayas a hacer gárgaras por donde has venido...

La cosa quedó allí y no fué a mayores, pero cuando entraba en el comedor o en la sala contigua ya se percibían miradas desaprobadoras y un plan cotilla de despelleje.
Aclaro que no he conocido ambiente mas porteril que los tripulantes de un barco.En un grupo cinco despellejan a un sexto que está ausente, cuando vuelve se pasa a despellejar a otro ausente o, si hay suerte y se levanta uno de los cinco que estaban al venir ese sexto, segun se levanta y se aleja dos pasos ya están despellejandole a él.
Con una naturalidad y de un espontáneo que yo flipaba en colores.
La cosa se agravó cuando en una partida de mus les machacamos a dos veteranos otro chaval y yo. Ya sabes que en el juego hay que controlar las emociones, aquellos cenutrios se enfadaron por que les ganábamos, la suerte del principiante y, acabaron picando como babosas a dos órdagos con los que les ultimamos.
Como en las películas oyes, tiraron la mesa y todo de lo enfadados que se pusieron y es que nosotros no podíamos parar de reir de lo cómicos que se veían, enfadados por perder una mano de mus.Uno era el mecánico con el que hacía pareja en el trabajo a menudo.
Gracias a dios no pasaron a dar guantazos y allí quedó aquello, para regocijo de los gallegos, los cuatro del mus éramos vascos claro, ellos jugaban al tute.

Como veía que se empezaba a generar tensión en el ambiente decidí recluirme en mi camarote y hacer vida de ermitaño pero...
...

Salah, de visita por el Islam.

12/20/2006

Historias saladas.En las tripas de la ballena

Sobre atolones
Historias de la mar salada


La máquina de un petrolero no difiere gran cosa de cualquier motor de combustión de un coche o camión, en esencia consiste en unos pistones que suben y bajan dentro de sus cilindros y un cigüeñal que recoja ese empuje y lo convierta en revoluciones a trasmitir a la hélice.
Sólo que muy grande.
Muy muy grande.

La máquina de nuestro petrolero tenía una particularidad extra; Unos centímetros de alabeo en su cigüeñal.Para los metros de largo que medía, nada grave en exceso, dado que en vez de rodamientos de acero giraba sobre casquillos de bronce.
Así que se comía literalmente los casquillos y en cada puerto al que arribábamos llegaban por avión un par de técnicos finlandeses de la fábrica del motor a revisarlo.

Bajábamos a lo más bajo de la sentina, donde estaban las tapas del inmenso cárter y abríamos una de las muchas.
Entrar al interior de un motor fue de esas experiencias espirituales profundas tipo satori que dicen.
Y es que la iluminación no se alcanza yendo a clases de yoga ni de tai chí por mucho chuan que sea.Hacerme caso.
Normalmente entraban ellos, los técnicos, y medían el desgaste de las piezas de bronce que unían bielas con cigüeñal y los soportes del propio eje.
Hasta que tocó cambiar algunos de ellos.
Esa tarde entramos pues con los fineses cuatro de máquinas y nos pusimos a soltar bielas y a cambiar casquillos.Aquello por dentro era mas grande que un minipiso socialista, desde luego, y con escaleriilas que metimos nos subimos encima del gigantesco eje de acero bien aceitado.
Las tuercas de la biela eran de unos 25 cmts de diámetro, había que agarrarlas con las dos manos y las aflojábamos a golpes de maza sobre la llave plana que la atenazaba. La biela, sujeta con cadenas arriba, se quedaba colgando mientras cambiábamos la pieza y volvíamos a montar todo.
Los golpes resonaban metálico, nuestras imprecaciones sonaban metálicas y allí, debajo del pistón cuatro hombres metidos, una idea me venía una y otra vez...
¿Y si un pirao o un borracho abre la válvula del aire que arranca el motor y nosotros aquí dentro?
O la infinita levedad del ser.

Historias saladas.Y dos.

Sobre atolones
Historias de la mar salada

Bajé ligero hasta las entrañas del monstruo mientras advertía el miedo que se mascaba en los caretos desencajados de los de cubierta, que apremiaban muy nerviosos...ellos no iban a bajar y quedaban en nuestras manos, los de máquina.

Habíamos partido de Monrovia, en Liberia y nuestro rumbo iba pegado a la costa, muy cerca del continente africano a la altura de Senegal. Marchábamos a Roterdam a llevar 100.000.000 kilos de canicas de mineral, piedrecillas redondas, ya que nuestro barco era un OBO que lo mismo cargaba fuel que mineral triturado. Cuando los de cubierta bajaban a las bodegas a hacer algo al salir, directamente tiraban los buzos de trabajo empapados de chapapote, no se podían limpiar sin estropear las lavadoras.
Y eso que el jabón que se usaba era sosa cáustica rebajada.

En unos minutos el barco sin gobierno se atravesó a la mar y comenzó a derivar con el viento hacia tierra.

En la máquina quedó clara la situación tras un breve vistazo, una válvula se había agarrotado y había que cambiarla y echar a andar aquello de nuevo antes de encallar en la costa.

Recurrimos a una grúa puente para sacar la atascada y quitarla, al quedar libre y suspendida de las cadenas aquello se convirtió en una tómbola oscilante y a uno por poco lo aplasta contra un mamparo.

La válvula de acero de dos metros de alta, a saber lo que pesaba aquello, oscilaba con los movimientos del barco, bastante acusados al estar al pairo y sin timón. Y es que si no funciona la hélice de bien poco vale el gobernalle. De adorno.

Coseguimos dejarla arrumbada en un lado y fué aún más dificil abocar la nueva en su sitio, milagrosamente sin ninguna mano aplastada o algo peor.

Luego acabar de montarla, como estaban al aire como quien dice no nos costó mucho tiempo. En un motorcillo de cortacésped quizás hubiera sido más complicado, aunque desde luego, mas ligero.
Lo bueno fué cuando le dimos al aire comprimido y aquello empezó a girar y arrancó...de nuevo el corazón del barco latía, cobraba vida el timón y sobre todo, treinta y tres desesperados emitían un alarido de gratitud.
Bien a tiempo, al subir a cubierta allí estaban las rompientes, blanqueando las espumas en aquél amanecer lisérgico, mientras comenzábamos a alejarnos de sus caricias.
Los caretos volvían poco a poco a su ser, taciturnos, aburridos, alcoholizados, marinos de la mercante de nuevo, tras unas horas en que las fisonomías, y las almas, habían hecho, por fin, algo de ejercicio...

Yo intenté festejarlo a mi manera, tenía una apuesta conmigo mismo; tirar un lapo que pudiera llegar a la mar.
Es que era decepcionante, escupías por la borda y siempre le dabas al casco del barco, de tan alto que era la borda sobre el nivel del agua.
El escupitajo describía una trayectoria perfectamente parabólica atraido por la masa del mastodonte y de todas todas, acababa estampado allí abajo contra el hierro.El mar quedaba muy lejos.

Aquella madrugada estaba animado y con todas mis fuerzas y aprovechando que íbamos cargados proyecté mi dardo contra el horizonte.
No se veía un carajo y no lo ví caer, pero supongo que aquella vez debí lograrlo.

12/19/2006

Historias saladas

Con el pretexto de un compromiso adquirido voy a narrar unas pinceladas de lo que fueron mis únicas singladuras a bordo de la mercante.
Sobre atolones
Historias de la mar salada

Salía yo de cumplir el servicio militar obligatorio en no muy buenas condiciones mentales y no me ocurrió otra cosa que meterme en un mercante.Corrían inicios de los ochenta.
Dieciocho meses en un cuartel de instrucción de marinería con el boom boom boom del tambor día tras día, hora tras hora y, con un capitan de infantería de marina que el mismo día que llegué allí destinado, procedente del Cuartel de Instrucción de Ferrol, me sacó de la litera a la noche y me mandó llamar a su despacho, donde me informó que debido a mis antecedentes (yo ya había pasado por la cárcel poco antes) me iba a vigilar con lupa y a estar permanentemente encima de mí, como efectivamente así fué. El vasco, único vasco, con la orden expresa de no tocar un arma, fuera del machete de guardia dentro del cuartel cuando me tocaba imaginaria en el sollado, portero de noche de un centenar y medio de marineritos.

Pero esta es otra historia, retomando el rumbo entonces nos situamos en Amsterdam, a donde me mandó la compañía en la que me enrolé como limpiador de máquinas, último escalafón en aquél petrolero de cien mil toneladas dividido en principio entre "puente" y "negros", definiciones del argot mercante que expresa la nítida distinción entre oficiales y marineros. Bramanes e intocables.

La noche en Amsterdam fue muy divertida, estábamos en los inicios de los ochenta y acabé haciendo un colega que me enseñó la noche de allí y los tugurios mas de moda, incluyendo un local gay lleno de tipos musculosos y mucho cuero negro, que tenía un pito enorme de neón en el techo destellando indicando el interior del local, donde en una inmensa sala a oscuras vete tu a saber lo que ocurría, con el estruendo de la música a tope.
Así que me tomé mi birra cerca de la puerta de salida, por si las moscas.
Dormí en casa del colega y las cuatro arriba, a coger un bus allí al lado que me llevó limpiamente cuarenta kilómetros urbanizados mas allá hasta un muelle de carga perdido, donde estaba atracado un cajón inmenso entre negro y color óxido de cien mil toneladas.
Entrar allí dentro fué casi tan desilusionante como cuando arribé a la universidad, aparte de dimensiones mastodónticas aquello era un muermo.





La naviera, la Krup, la de los cañones de la II guerra mundial, tenía el barco con bandera liberiana, para evitar impuestos ya sabes, y el capitán y el jefe de máquinas alemanes, el resto de la tripulación españoles, vascos y gallegos todos.
Anteriormente habían desfilado durante tres años un número indeterminado de chinos como tripulación, con el viejo y el chief de máquina alemanes, claro, que debían salir muy baratos pero habían dejado el trasto hecho unos zorros, con la mitad de las cosas estropeadas , dos dedos de óxido en cubierta y mierda a go go, (con razón enviaron tres limpiadores de máquinas cuando sólo suele haber uno).
Muchos cartelitos escritos en chino por todas partes, eso si.
Así que la esforzada y mejor pagada tripulación española debíamos en un año (dos relevos) devolver al barco su navegabilidad y usabilidad, no se en que orden. Y a fe que lo hacíamos.
Recuerdo que allí en Amsterdam pillé un buen surtido de mis vicios preferidos, y gracias a una piedra de cashemir con la que me liaba mis petas pude aguantar una semana metido todo el día en los colectores de salida de cada cilindro, desmontados, para meterme dentro de aquél cilidroide de hierro con una pistola de agujas de aire (especie de taladro con un montón de agujas gordas de hierro que martillean alternadamente la superficie a las que las apliques) a quitar el dedo de carbonilla petrificada que los tapizaban.
Estuve escupiendo hollín un mes. Por supuesto no te daban ni una mascarilla, las gafas justo justo, te forrabas de telas y pañuelos y pa dentro
El trabajo mas usual era limpiar mamparos, paredes de hierro, con cepillos con largos mangos y baldes de un detergente que si bien arrancaba de forma misteriosamente fácil la grasaza que impregnaba todo asimismo convirtió mis manos en unas zarpas agrietadas que no podía reconocer. Aquél disolvente nos chorreaba por los guantes y al bajar las manos se metía dentro de ellos, con lo que era casi mejor no usarlos, (eran p. guantes de cocina).

El caso es que una noche a las cuatro de la madrugada la máquina cesó de latir y un desascostumbrado silencio, o mas bien la ausencia de la vibración que trasmitía a todo el barco nos despertó a todos por arte de magia.
Todavía estaba pensando en que significaría aquello cuando ya se oían gritos desascontumbrados por los pasillos reclamando que los de máquinas bajásemos al tajo.

Otras veces habíamos tenido que bajar a la noche, para recoger fuel pestoso y arreglar alguna tubería reventada, que tenían la mala costumbre de romperse a esas horas, pero aquello era diferente, con el silencio de la máquina dormida.
....
Continuará

12/08/2006

Legalidad contenida y blindada, se ha abierto un camino

Eta ha pedido y el señor se lo ha concedido, el Tribunal Supremo pontifica:No es ilegal negociar con terroristas.
Batasuna está ilegalizada como brazo político de Eta que es, sin embargo eso no es óbice para que los jueces actúen contra ellos ni contra quienes negocian con ellos.
Ya no nos quedan héroes.
El cielo está judicializado, el desenjudicializador que lo desenjudicializare, buen desenjudicializador será.


Photobucket - Video and Image Hosting

12/07/2006

La contaminación multiplica el cambio de sexo

Photobucket - Video and Image Hosting
La contaminación multiplica el cambio de sexo de los seres vivos.
La Nucella lapillus es una caracola muy abundante en las rías gallegas. La concha mide unos dos centímetros y a simple vista parece normal. Y, sin embargo, en más de 50 puntos estudiados de Galicia, los científicos han hallado ejemplares hembra con un pene milimétrico. Se trata del fenómeno llamado sexo impuesto o imposex, un efecto de la contaminación química en los ríos. También han aparecido carpas macho en el Ebro con ovarios y salmonetes afectados en zonas contaminadas de la costa mediterránea. Conocer el impacto de la contaminación química sobre la salud humana es muy complicado, pero estos casos de animales transexuales sirven como indicador de estos efectos.
"Hemos encontrado grandes poblaciones afectadas. A las hembras les aparece un pene microscópico y a veces hasta un rudimento de próstata que llega a taponar la vagina y las puede llagar a hacer estériles, aunque no se sabe muy bien por qué ocurre"
"en la ría de Huelva una caracola llamada Bolinus brandaris, una especie muy frecuente, con un pene que llega a taponar la vagina"



Y digo yo, al ver ayer como colegios madrileños llevan a cabo campañas para ayudar a "salir del armario" a los niños ( exclusivamente, en la noticia del telediario no se hizo alusión alguna a las niñas a las que supongo querrán ayudar a salir del armario también), que quizás este boom de trasgénicos que quieren salir del armario y transgenizarse los cromosomas Y en X, a los que va dirigida la campaña, sea otro efecto de la contaminación de nuestro hábitat.

12/05/2006

A mi me gustan los millonarios pero de izquierda

Es que hay que ver la diferencia...donde esté un Kofy Annan o un Bill Gates no hay color.La socialburocracia mola.El monopolio es de color escarlata.

Photobucket - Video and Image Hosting

12/02/2006

La cosecha de la denuncia.

El Parlamento de Gasteiz pide que desaparezca la Audiencia Nacional
·Exige a Madrid el cese de la incomunicación y el reconocimiento de que existe la tortura

El Parlamento de Gasteiz, con los votos de PNV, Ezker Abertzalea, EA y Aralar, aprobó una proposición no de ley en la que insta al Gobierno español a derogar la Ley Antiterrorista y a eliminar el régimen de incomunicación y la Audiencia Nacional. La Cámara, que expresó su solidaridad con todos los torturados, indicó que el tribunal especial «no hace efectivas las garantías procesales», al tiempo que reclamó a Madrid el «reconocimiento político de la existencia de torturas».

Fuente en el gara
Fuente Correo

Oigo Radioeuskadi esta mañana;

-En democracia, no se puede obligar a una persona a declarar contra si misma...
sentencia uno de EA gravemente.

Y es que los nacionatas se han unido (cuando no lo están?) para denunciar que aquí se tortura de forma ¡¡¡sistemática!!!, con lo cual, todas las actuaciones policiales denunciadas por torturas, todas, deben declararse nulas.
O sea, etarras a la puta calle.

El del PP (tienen mérito desde luego) objeta obviedades, Rubalcaba (el del PNV) le corta en seco tapándole como de costumbre, para divagar un buen rato sobre que si las 72 horas de incomunicación sobran, que si hay que "abrir el campo" para que no haya zonas oscuras que permitan la tortura, que la Audiencia nacional debería haber desaparecido hace tiempo, que actualmente NOSE PUEDE PROBAR que NO haya habido tortura, blablabla

O sea, que ni amnistia ni el carajo de la vela, directamente se denuncia al propio estado, (¿quién decía que el PNV o EA foman parte del estado?) y se "arregla" el asunto..
Los patriotas asesinos-modelo podrán pues, al estilo Fidel Castro,
ser entronizados en pedestales por encima del común de los mortales.

Y así los Sastres y la Bonafinis, los Walkers y los Teitelboins, los Bardemes y los Chaos podrán loar como arma revolucionaria la bomba lapa y el zulo bajo tierra, junto con en breve, el cinturón bomba.


Sólo me queda una duda...

¿Cuantas huríes tocarán por barba?