12/31/2006

H.S. Be Canada, my friend

Tras una cura de humildad como la pasada y ver que el inmenso océano ya no es si no un inmenso vertedero de excrecencias humanoides, visitar Canadá fué una sobredosis de vitaminas.

Llevaba tres días de duchas purificatorias, tras una noche en que reventó una tubería de fuel (conocido vulgarmente por chapapote) de las que alimentaba la máquina y que nos pasamos recogiendo aquél pegajoso fluido. Mientras andábamos limpiando con palas y trapos aquél desaguisado, a saber los litros de fuel que habían salido petados a presión y bien calentitos por la tubería rota, nos caian encima los pegotes que destilaban los pisos superiores, así que esa noche en vez de ducharnos con agua y jabón, totalmente ineficientes para llevarse el chapapote, lo hicimos con petróleo, con gas oil.

Provistos de latas de cinco litros allá que tuvimos que bregar los que allí anduvimos, frotándonos con energía los pegotones de chapapote del pelo y de la cabeza. Puedes imaginar el olor que dejó todo aquella operación. Luego me duché y fregotee hasta despellejarme con el jabón y el estropajo por ver de quitarme aquél pestazo, pero no daba apenas resultado y acabé a la madrugada por dejarlo como estaba y seguir oliendo a bidón de petróleo por unos días.Tenía los ojos como naranjas.

Nuestro puerto de destino en Canadá era un villorrio inapreciable, en realidad una simple terminal de carga de mineral al fondo de la bahia (Golfo mas propiamente) de Saint Laurence, inmenso estuario, un mar interior de hecho, donde hay pueblos con nombres tan pintorescos como Kouchibouguac o Tete a la baleine, y en todo caso muy apropiados.Fue allí donde pude ver de cerca a estos animales, un espléndido día de sol, mientras navegábamos ya en aguas interiores del Golfo.


Ocurrió después de comer así que aprovechando el rato libre me subí a la cofa del palo con unos prismáticos que pillé en el puente prestados. El espectáculo lo merecía. Cientos de delfines acompañaban la ruta de una familia de ballenas, bastante numerosa por cierto, en la cual la que sería la jefa imagino comenzó a dar palmetazos en el agua con la cola, que mantenía fuera a tal efecto, ya que nuestra ruta y la suya coincidían.

No me quiero imaginar lo que tiene que ser sentir esos palmetazos desde un bote de remos...levantaba chorros de espuma y olas de buen tamaño, y desde luego impresionar, impresionaba un huevo.

Arribamos ya anocheciendo a nuestro destino, un pueblo que no llegué a atisbar tan siquiera, pese a que el olor que me iba llegando a tierra fresca y a bosque, los pinares tapizaban todo aquello, me llamaban con fuerza tras dos semanas sin oler otra cosa que mar y máquina.

Avisaron antes de acabar de amarrar el barco..."en seis horas cargados y saliendo"...mi gozo en un pozo teniendo en cuenta que había que estar dos horas antes por lo menos a bordo...hay que joderse, para una vez en la vida que iba a estar en aquél magnífico sitio y ni tan siquiera dar un voltio por territorio quebequés.

Bajé del barco empero, a intentar ver algo más que nuestro muelle de carga, eso si, limpio como una patena. Increíble y mas para un vasco como yo, acostumbrado a ver nuestros puertos convertidos en estercoleros permanentemente gracias la "kultura" de nuestros marinos.Bermeo como botón de ejemplo. El agua era transparente, sin la mas leve señal de aceite flotando, el fondo, limpio como una paten, no mostraba ni un solo pedacito del mineral que allí se trasegaba.Realmente no lo podía creer, esa capacidad de conjugar barcos como el mío unos fondos prístinos y unas aguas impolutas. Algo radicalmente imposible en otras partes.

Al lado de nuestro barco apareció un camioncito de un vendedor de variado género,un aunténtico buhonero, (en otros puertos directamente entran los vendedores a los barcos a pregonar las mercancías) y aproveche para pillar un par de camisas canadienses, de cuadros gordos, suaves como el algodón e increíblemente calentitas.


No me dio tiempo a más, subí al barco por si las moscas, no fuese a quedarme en tierra sin quererlo , antes del amanecer ya habían cargado las cien mil toneladas y estábamos largando amarras...snif Me quedé con las ganas de conocer un poco aquello, charlar aunque fuese un rato y tomar un café con alguien del lugar, no te digo darme un paseo por aquellos bosques tan atrayentes, pero el tiempo es oro literalmente para los armadores.Vuelta a limpiar mamparos y filtros del fuel, rogando por que no reventase otra tubería de marras. Rumbo a Europa de nuevo, a descargar en Rotterdam.

Claro que allí la orden fué tajante; "Ni una colilla por la borda hasta nueva orden, y cuidadito".

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