12/20/2006

Historias saladas.En las tripas de la ballena

Sobre atolones
Historias de la mar salada


La máquina de un petrolero no difiere gran cosa de cualquier motor de combustión de un coche o camión, en esencia consiste en unos pistones que suben y bajan dentro de sus cilindros y un cigüeñal que recoja ese empuje y lo convierta en revoluciones a trasmitir a la hélice.
Sólo que muy grande.
Muy muy grande.

La máquina de nuestro petrolero tenía una particularidad extra; Unos centímetros de alabeo en su cigüeñal.Para los metros de largo que medía, nada grave en exceso, dado que en vez de rodamientos de acero giraba sobre casquillos de bronce.
Así que se comía literalmente los casquillos y en cada puerto al que arribábamos llegaban por avión un par de técnicos finlandeses de la fábrica del motor a revisarlo.

Bajábamos a lo más bajo de la sentina, donde estaban las tapas del inmenso cárter y abríamos una de las muchas.
Entrar al interior de un motor fue de esas experiencias espirituales profundas tipo satori que dicen.
Y es que la iluminación no se alcanza yendo a clases de yoga ni de tai chí por mucho chuan que sea.Hacerme caso.
Normalmente entraban ellos, los técnicos, y medían el desgaste de las piezas de bronce que unían bielas con cigüeñal y los soportes del propio eje.
Hasta que tocó cambiar algunos de ellos.
Esa tarde entramos pues con los fineses cuatro de máquinas y nos pusimos a soltar bielas y a cambiar casquillos.Aquello por dentro era mas grande que un minipiso socialista, desde luego, y con escaleriilas que metimos nos subimos encima del gigantesco eje de acero bien aceitado.
Las tuercas de la biela eran de unos 25 cmts de diámetro, había que agarrarlas con las dos manos y las aflojábamos a golpes de maza sobre la llave plana que la atenazaba. La biela, sujeta con cadenas arriba, se quedaba colgando mientras cambiábamos la pieza y volvíamos a montar todo.
Los golpes resonaban metálico, nuestras imprecaciones sonaban metálicas y allí, debajo del pistón cuatro hombres metidos, una idea me venía una y otra vez...
¿Y si un pirao o un borracho abre la válvula del aire que arranca el motor y nosotros aquí dentro?
O la infinita levedad del ser.

No hay comentarios: