2/01/2006

¡Ha pasado tanto tiempo!

Santiago Carrillo no es un asesino, Paracuellos del Jarama nada tiene que ver con él, ni Andrés Nin, ni Grimau, ni Comorera, ni Bullejos o Monzón; Lise London jamás exigió que se fusilara a su marido Arturo por traidor, éste jamás escribió un libro "estalinista" sobre nuestra guerra civil: ¡España!¡España!; Togliatti jamás fue la mano negra de Stalin en España, disfrazado de Ercolí; André Marty fue apodado "el carnicero de Albacete" porque le gustaba la carne de vaca; Katyn fue una matanza nazi; el Gulag fue un gigantesco campamento de veraneo; los jemeres rojos no mataron a nadie, al revés, crearon el "hombre nuevo", portador de valores eternos.

La mentira se impone como leyenda, y José Luis Leal le entrega el premio "Concordia" a Carrillo, otros le hacen doctor "honoris causa" de la Universidad de Madrid, y así va todo. Frente al nacionalcomunismo de la URSS, los comunistas occidentales inventaron el "eurocomunismo", que pretendía autoindultarles de su activa complicidad con el totalitarismo. Pero a eso no se atrevieron hasta que la URSS iniciara su decadencia, cuando Moscú ya no podía imponer su disciplina férrea al movimiento comunista internacional, y por eso los comunistas italianos, franceses, españoles, etcétera, comenzaron a tener sus dudas, sus desilusiones, su incipiente desprecio por ese coloso con pies de barro; se acabaron los buenos tiempos de Lenin y Stalin, se terminó la fe total, el fanatismo militante, el culto a los jefes, la disciplina militar, virtudes bolcheviques, tan parecidas a las de los nazis. Se pusieron entonces minifaldas y claveles para seducir a Pekín y a su "Gran Timonel".

Pero lo que desempeñó un papel fundamental en ese cambio fue que, al compás de la decadencia de la URSS, de la agravación de sus crisis, de la disminución de su potencia, los PC europeos prosoviéticos, que estaban tan estrechamente ligados al totalitarismo comunista, con capital Moscú, entraron ellos mismos en decadencia, perdieron sus "clientes", sus militantes, sus electores; no pudiendo apoyarse en la URSS, no se apoyaban en nada, dejando de ser objetivamente secciones del movimiento comunista internacional. No fueron secciones de nada, se volvieron esqueléticos. Y como poco después ocurría lo mismo con China, les pasó algo parecido a los partidos comunistas "maoístas" (o.m.l.).

Ante esa debacle del imperio comunista, sus divisiones, sus fisuras, todos a una se convirtieron en Judas, renegaron de sus dioses, sus ideales, sus amos. Mintiendo como putas portuarias, declararon que ellos jamás habían sido totalitarios, verdugos, carceleros, súbditos del Gulag y novios de la muerte. Esas fueron desviaciones "asiáticas" del comunismo, cosas de soviéticos y chinos, pueblos inferiores, apenas civilizados; ellos siempre fueron "de izquierdas", respetuosos de la democracia, antifascistas, y hasta comunistas buenos, víctimas del mal comunismo, que, robando el nombre a sus odiados "hermanos" trotskistas, calificaron de "estalinista".

En realidad, la única diferencia histórica –que, desde luego, tiene su importancia– entre unos y otros, comunistas "orientales" y "occidentales", fue que unos estaban en el poder, y lo ejercieron de la forma más despiadada y bárbara que conoce la Historia, y los otros fracasaron en sus intentos de conquista del poder y demagógicamente transformaron esa derrota en victoria: "No tenemos las manos manchadas de sangre".

Pues sí, las tenéis, y sólo vuestra derrota política en Occidente fue lo que os impidió realizar tantas masacres, demostrar tanta intolerancia, encarcelar y torturar a tantos disidentes, o declarados tales, como los soviéticos, los chinos, los jemeres rojos, los norcoreanos, etcétera, y cuando tuvisteis algo de poder, como en España durante nuestra guerra civil, en Grecia a finales de la II Guerra Mundial, en las guerrillas terroristas de comunistas combatientes, en América Latina o África, en todas partes en donde pudisteis, lo ejercitéis de forma tan despiadada como los comunistas "asiáticos".

De vez en cuando esta leyenda embustera, apoyada por prácticamente toda la clase política europea y la mayoría de los medios de desinformación, se resquebraja, trocitos de verdad surgen aquí o allá, pero enseguida las divisiones acorazadas de la mentira vuelven a censurar, ocultar, tergiversar, y se afirman extravagancias como que la colonización fue infinitamente peor que el comunismo, o que el senador norteamericano MacCarthy fue mucho más cruel inquisidor que Beria, y para muchos, pese a sus errores y desviaciones "asiáticas", el comunismo sigue siendo el provenir de la Humanidad.

No valdría la pena preguntar a los funcionarios de Attac, a los señoritos de Prisa, a los energúmenos del Foro Social Mundial, o a la socialburocracia, ¿por qué Rusia y China, las más poderosas potencias totalitarias, se han convertido al capitalismo y logran, así, avanzar a marchas forzadas en su desarrollo económico? Un capitalismo peculiar, desde luego: estatal y autoritario en Rusia, compaginándose difícilmente, pero compaginándose, con una dictadura de partido único en China; pero no vale la pena preguntarles nada, porque tienen, por eso no piensan, de plomo las calaveras.
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Foto "menos conocida" de Tiannamen

Esta es mi inmediata reacción a la iniciativa del diputado sueco Göran Lindblad, del PPE, que acaba de proponer a la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa la "condena de los crímenes del totalitarismo comunista", como se han condenado los crímenes nazis.

Están tan tranquilos, como los nazis escondidos en América Latina, que se consideran olvidados, cuando no perdonados. ¡Ha pasado tanto tiempo! No están en absoluto escondidos; al revés: están en primera fila, bajo los sunlights de la actualidad. Lo que intentan esconder son sus fechorías; mienten, y casi todo el mundo se cree –o lo finge– sus mentiras.

Carlos Semprúm Maura

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