En China comienzan también a aprecer los hombres bomba, con lo que presumían de no tener de eso, y encima no son fundamentalistas religiosos, como en nuestras sociedades occidentales, sino campesinos chinos a los que el sistema les ha quitado lo que tenían sumiéndolos aún en mayor miseria. Ya saben que aquello es un paraisos socialista.
Y en Francia, los harenes y los serrallos.
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