5/06/2006

Estrategias

La alianza de hecho del gobierno con la ETA y con Ibarreche, y de derecho con separatistas abiertos como Carod y apenas encubiertos como Maravall o Quintana, más su consiguiente labor destructora de la Constitución, son tan evidentes, tan flagrantes, que colocan fuera de la ley, insistamos en ello, a los políticos y partidos señalados.

Ello plantea la lucha política en un plano radical: frente al plan de convertir España en un amasijo de “naciones” inventadas, mal avenidas, con las libertades en retroceso o anuladas, internacionalmente irrelevantes y convertidas en peones de maniobras de otras potencias, mientras avanza la presión islámica; frente a ese proceso ya en marcha debe alzarse de modo inequívoco y firme la alternativa de una España unida, democrática y estable. No existe la menor duda de que la gran mayoría de la población está por ésta y contra el plan nefasto.

De contar el PP con políticos de talla, a la altura del desafío, su defensa de la democracia y la unidad nacional le permitiría congregar a esa gran mayoría y derrotar la amenaza. Sin embargo esos políticos no parecen existir, un fenómeno muy tradicional en la derecha española, comprobado en la crisis de los primeros años 20, o en la de 1930-31, como ahora mismo. La convulsión política característica de la España del siglo XX nace de la combinación de los mesianismos de izquierda y separatistas con la extremada flojera de los políticos de derecha.

Así las cosas, sólo queda la salida de un movimiento ciudadano que levante la bandera al margen de los partidos. Ante la quiebra de la ley, cualquier ciudadano está autorizado para hacerlo y para predicar la desobediencia cívica contra los liberticidas. Esta es una cuestión de principio. Pero transformarla en una práctica con visos de triunfar exige tener en cuenta otras circunstancias.


Pio Moa

No estoy tan seguro como Moa de que en España haya aún una clara mayoría de ciudadanos decididos a mantener nuestro país vivo. La capacidad de manipulación de los medios es absoluta.
Pero no hay otro camino si no queremos saber que fuimos responsables por omisión y pasotismo del desastre que estamos cocinando.

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