A raíz del debate actual sobre el derecho a la propia muerte saltan chispas.
Y así muchos de los mismos que defienden el respeto a las personas y a sus propiedades no tienen dudas en negar ese derecho si se trata de la propia vida.
Eso es otra cosa argumentan, y sin dudas ni vacilaciones dictaminan si las vidas de otros han de ser mantenidas a costa de lo que sea y desde luego de la propia capacidad de decisión de los interesados.
Normalmente son ideas mantenidas por creencias religiosos aunque no necesariamente, y ahí coinciden tanto católicos (con excepciones) como mahometanos, judíos y otros.
El buen morir y su debate es algo tan viejo como la humanidad, aunque es en esta última época en que la técnica médica consigue mantener casi indefinidamente con vida a personas que morirían sin ella provoca un cambio de situación apreciable. El alargamiento de la media de vida, junto con la aparición consecuente de múltiples enfermedades y degeneraciones que tantas veces no tienen remedio urge a que establezcamos consensos.
En algunos países de nuestro entorno, como Holanda o Bélgica, la sociedad la ciudadanía y los profesionales así lo han asumido.
En otros va en camino.
Esperemos que al margen de ideologías y creencias religiosas podramos llegar a acuerdos sociales que permitan que algo tan viejo y tan actual como la buena muerte sea un derecho y no una quimera.
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