10/09/2008

Todos señoritos.

Hubo un tiempo en que para subsistir, los humanos debían trabajar.
Trabajaban así para obtener los frutos del campo, cuidando las huertas de la casa, sus animales, gallinas, cabras, cerdos, vacas. Producían casi todo lo que necesitaban.

Había también un pequeño grupo, la casta dirigente, integrada por los ricos, los poderosos y los sacerdotes.

Pero llegó la revolución industrial y con ella el cambio. Ya no había que producir todo lo que se consumía, bastaba con producir algo muy bien y venderlo, con ese dinero se compraba lo demás y todavía sobraba.

El nivel de vida subió como la espuma.

Hasta que las naciones, inmensas, que habían permanecido fuera del juego económico comenzaron a industrializarse a su vez. Ahora, los productos eran producidos mucho mas barato en paises con mano de obra semigratuita y normativas legales inexistentes.

Así que primero se cerraron las minas, las acerías, los astilleros, despues y poco a poco todo fue cayendo, aunque durante unos años los paises desarrollados se agarraban a la alta tecnología. Fue un espejismo absurdo, la tecnología está donde está el dinero y éste iba en una sola dirección.

Como además de no producir (la mitad de los trabajadores funcionarios, la cuarta parte en paro y las otras dos trabajando en los servicios) la gente se ha acostumbrado a ser señoritos y no dar un palo al agua. Y ser asesor de algo para alguien por un sueldo que pagan todos se convierte en un sueño colectivo. El ladrillo como motor económico, el ecosistema agujereado y una banca omnipresente.

Claro que llega un momento en que estalla la burbuja. Se acabó el "ciclo".

Mi abuelo iba en burro, yo en coche y mi nieto andando.

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