Su país, España, en otro más de los vergonzosos incidentes que no pararán a partir de ahora, abandona a su suerte a sus ciudadanos. Sin más.
Cuarenta años después y unos cuantos gobiernos diferentes, la situación sigue estancada y héte aquí que al sultanato alauita no se le ocurre otra cosa que expulsar sin papeles a una saharaui revoltosa. No es nadie ni nada, no le reconocen ni marroquí ni saharaui. Y nuestro gobierno legalista, fiel a su costumbre, además de permitir su entrada, echar la culpa a los funcionarios de calle y a la oposición por no ayudarles a taparlo, y hacer el ridículo internacional una vez más pidiendo sopitas a Washington (¡shhhh, callla, aquí nadie sabe nada!) muestra exquisito respeto por el sátrapa mientras mira a Aminatu como si fuese del PP.
Que vergüenza
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