3/17/2008

Una estúpida realidad

Una realidad que sólo hace poco ha comenzado a decirse en voz lo suficientemente alta: el nacionalismo, que no representa más que un 7% de la población española, es quien marca los destinos de toda la nación. A lo largo de los últimos treinta años, y gracias a la desidia de los partidos nacionales, hemos asistido a un fenómeno de auténtico secuestro de la voluntad popular:

* Primero, una oligarquía para la que el nacionalismo constituye una herramienta perfecta de control social tomó las riendas del poder en Cataluña y el País Vasco y obtuvo del estado la transferencia de aquellas competencias, como Educación, que permitieran perpetuar su posición de predominio.
* Después, o en paralelo, asistimos a la paulatina "abducción" de las correspondientes federaciones territoriales de los partidos nacionales de izquierda: hoy, el PSOE e IU en Cataluña, el PSOE en Galicia o IU en el País Vasco son antes partidos con vocación nacionalista que partidos de izquierda, y el propio PSOE es esclavo en toda España de una alianza estratégica con el nacionalismo que es lo único que le permite mantener al PP alejado del gobierno.
* El PP, por su parte, no supo, no pudo o no quiso plantear una oposición frontal a ese proceso paulatino de deslegitimáción de la nación española, y contribuyó de hecho activamente a consolidar la supremacía ideológica del nacionalismo en lugares como Galicia, donde ahora se están pagando las consecuencias.
* En la actualidad, asistimos a una ofensiva en toda regla contra el Estado y la Constitución desde tres regiones que representan sólo el 25% de la población, pero cuyos diputados ponen y quitan gobiernos en esa España de la que se busca, al menos teóricamente, la separación.

Evidentemente, ni la mayoría de los gallegos, ni la mayoría de los catalanes, ni siquiera la mayoría de los vascos, respaldan esa estrategia callada de demolición constitucional, pero la realidad es que los votantes de izquierda de esas tres regiones se han convertido, gracias a la complicidad de PSOE e IU, en garantes involuntarios del poder de una casta que ha hecho del nacionalismo su modo de vida.

Al día siguiente de las elecciones, comenté que asistiríamos a un nuevo engaño, consistente en esgrimir como amenaza el referéndum prometido por Ibarreche, para finalmente colarnos de rondón un estatuto para el País Vasco similar al de Cataluña, que mientras tanto sería convalidado por un Tribunal Constitucional que hace mucho tiempo que dejó de tener la Constitución como referencia de sus actos. Hace dos días, el periódico El País confirmaba que ésa es, precisamente, la intención del PSE: nuevo estatuto vasco a cambio de la no realización del referéndum.

¿Cuál es el resultado que nos espera? Pues algo peor que una eventual independencia de esas regiones falsamente independentistas: hacia lo que vamos es hacia la implantación de un "federalismo asimétrico" que no es otra cosa, en la práctica, que la consagración de España como colonia controlada y parasitada por una cleptocracia amparada en el nacionalismo, que sabe jugar con las miserias de los partidos nacionales para seguir fagocitando los recursos que necesita para subsistir.

Luis del Pino, en su blog

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